balada de los polos

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Si me tengo que definir por uno u otro polo
me quedo con el sur
pero no por una cuestión romántica
de ay el sur ¡el sur!
sino porque allí están los tesoros
terrestres
que aguardan ser exhumados
desempolvados, descongelados.
El frío fue su infierno alguna vez
pero ahora es el puente de los tiempos
y su boleto a una vida futura.
Allí aguardan ciudades y ancianos
descansando un sueño blanco y puro
carente de todo movimiento
y lagos y montañas que serían verdes
si se les diera una oportunidad
especies ya no vistas esperan
a ser vistas
una tierra que promete su fruto
de los altos y en los llanos
una patria postergada
eso es el polo sur.


En cambio, el polo norte:
¿qué tiene el polo norte?
Para empezar, es una mentira
pues no hay allí continente
sino un gran mar oculto
por una gran balsa inerte
por su total falta de iniciativa
que lo hizo fofo hasta la impudicia.
Y entonces ¿qué nos ofrece?
Una sola y la misma cosa: hielo
pues nada crea lo que nada es
y a lo sumo un agujero a la isla
para pescar unos bocadillos
que por lo demás estarán fríos.
El polo norte me recuerda a ciertos flanes
ciertas cerezas flotando
que no me inspiran la menor confianza
como para clavar una bandera
que seguro quebraría el “continente”
y fundaría dos islas
que, instantáneamente,
se declararían la guerra
y yo, por supuesto,
caería en el nuevo mar mediterráneo
y me congelaría de soledad.
Este otro polo pareciera esconder algo
bastante inconfesable
y al parecer tan extenso
que arrasaría con nuestros hermosos campos
en menos de diez pasos
y ni que hablar de nuestras ciudades
cuyos edificios temblarían de miedo
y sus calles tiritarían de frío
y huirían de inmediato ¿adónde?
al polo sur, claro está
que las recibiría con los brazos abiertos
de un frío casi primaveral
casi veraniego de tan dulce
y tan terrenal,
y nos inventaría árboles de nieve
casas de hielo
y calles y parques blancos por todo su regazo
mientras la bestia destapada del norte
ese terrible gran secreto levantado
caminaría con feroces pasos de hielo
que no se escucharían en nuestra tierra sureña
por la música de los hielos derritiéndose
cada mañana, heridos de sol.


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