desentono



 
 
Seré de todos los colores menos del rojo, ese maldito chillón explosivo.

No acepta la suavidad del celeste, la austeridad mojada del gris, ni siquiera la soberbia magnánima del amarillo, que al ser al menos fuerte se deja tocar y ver.

Pero no, él hiere, maldito quisquilloso, malcriado histérico.

Un poco de mamá blanco nomás, y ya puede ser blando como un beso de boca nueva, o del profundo, insondable, majestuoso azul, y recapacitaría en el sano delirio del violeta, emborrachándose en remolinos hasta el día después, el marrón, la náusea, resaca de tantas vueltas.

Pero no, insiste en ser la incandescencia que descose toda la imagen, que hace sangrar las armonías, que exige ufana toda la atención para sí.

Que sea el negro pues, severo verdugo el que lo castigue, invadiéndolo, dominándolo, apagándolo, amordazando todo su ardor vital y detonante, que hace sentir a cada instante que otro mundo brotará de él como en un agónico vómito de energía; que le enseñe de una vez a respetar a su familia y a los ojos, que no alardee tanto de sus aires de contraste, que al fin deje a los demás hacer su danza en paz sobre el escenario, que la reanuden después de este desmánico “intermezzo”; que lo agote, que lo ahogue en una lúgubre nota de caverna que se va hundiendo en la ceniza del incuestionable volcán.

Ya los que se han quedado parados mirándolo con la envidia atragantada aún en la incomprensión, con sus parlamentitos en la mano aguardando tímidamente,

el exquisito ámbar, que estaba seguro de ser el asombro de la velada,

el grotesco verde mostaza, que había estado tanto tiempo para aprenderse sus seguramente disonantes palabras, condescendidas por los demás,

el áureo oro, tres veces campeón, erguido en su trono de sí mismo, lamido por todos los adulantes hermanitos menores que no comprenden aún, que sólo se encandilan,

el gracioso naranja, “el tío” naranja, con sus chistes nuevos y fresquitos arrugándose entre los puños iracundos, mascullando entre dientes “sangre de mi sangre…”,

(el místico índigo como una excepción, imperturbable con su aire ausente como siempre, la envidia del oro y del rojo también, tal vez por eso haya hecho todo esto –piensa el malicioso oro– para intentar inútilmente hacer decir una sílaba al índigo contra él, vanidoso exasperante)

el joven y moderno cromo, que se comenta en voz baja que es el plateado que se estuvo arreglando todo el año, metamorfoseándose y cambiándose el nombre para quitarse los años (y tal vez poder competirle por una vez de igual a igual al oro su trono de oro, cómo ansía el trono dorado),

la nena loca, otra rebelde sin causa, fucsia, que quiere ser el deseo de los fornidos cromados, con
sus dos colitas en el pelo, la nena,

su amiga del alma y mutuamente competidora secreta, lila, sabiéndose más linda y por eso alabándola tranquila, segura de sí misma,

(la otra excepción, el transparente, resignadamente considerado loco por todos salvo por el índigo –y, casualmente, el rojo– hablando sin que lo escuchen, gesticulando de todas las formas posibles sin que nadie pueda entender lo que está queriendo decir)

el verde paz, amante del canto soprano del amarillo con arreglos y base en fa menor del marrón y la danza solista del celeste,

ya todos ellos han formado un vengativo círculo que se va cerrando de a sigilosos, resonantes pasos, sobre el bribón que se sigue proclamando a sí mismo (si le entiendo bien) como alma y puente, que pretende destruir lo acordado por todos y ya preparado y dispuesto alegremente, lo que se ha hecho siempre y todos gustan de repetir, con palabras incendiarias, paroxísticas, convulsas, desesperadas, como si fuera el último día del mundo, por favor, a qué tanto escándalo.

Si me preguntan, nada diré.

Por supuesto que no votaré por él.

Sí, me parece mejor, mucho mejor, que lo agarren así entre todos y lo calmen, y claro, si no se calma que lo repriman, que lo disuelvan,

que ni se mueva papá negro, con sus graves cejas y su garganta como atorando una sentencia que mejor si no dice, sí, que ni se gaste,

mejor si lo hacen los hermanos, para que después no anden diciendo que hay autoritarismo.





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2 comentarios:

Artebaez dijo...

...se puede pintar con palabras...
...se puede viajar con la mirada...
...se puede conmover con un gesto...
...se puede descomponer la luz y hacer que un mundo todo gris, brille sólo si abrimos los ojos para ver... más allá de lo evidente.
Gracias!

Ernesto Alaimo dijo...

qué buenas palabras, gracias Alberto!